A Mª Ángeles Casado le diagnosticaron un cáncer de útero –carcinoma endometroide de endocervix-después
de una gran hemorragia. Le practicaron una histerectomía radical y después de
un mes llegaron los ciclos de radioterapia (25 sesiones), quimioterapia (5
sesiones) y braquiterapia (24 horas). Tal y como ella comenta, su salud en general y si sexualidad en
particular se vieron muy dañadas, por lo que ha trabajado con ahínco para recuperar
ambas.
Todo el proceso vivido y la
recuperación conseguida lo ha recogido en su libro “Recuperar la sexualidad
después de un cáncer de útero” donde detalla los pasos que ha dado
hasta recobrar la salud de su sexualidad. El manuscrito incluye, además, dos
entrevistas, una realizada a la Doctora Natàlia Eres, oncóloga, especialista en
medicina integrativa, y otra realizada a la señora Cinta Bellobi i Fava,
enfermera gestora del Departamento de Ginecología Oncológica del Instituto
Catalán de Oncología.
Un libro que, sin duda, a muchas (y muchos, ¿por qué no?) pacientes le podrá servir no sólo para entender cómo ha sido la vivencia de este proceso, sino también para ayudar a reconquistar una parcela tan importante como es nuestra salud sexual.
Os dejamos con un texto que Mª Ángeles ha escrito para este blog. Desde aquí te damos las gracias por compartir tu experiencia con nosotros/as y por este maravilloso e indispensable libro.
Escuela de Pacientes.
Acabo de cerrar la
puerta de la habitación del ICO (Instituto Catalán de Oncología), donde durante
24 horas seguidas me han sometido a braquiterapia (radiación interna directa
sobre la vagina). Salgo exhausta y aturdida.
Hace cuatro meses
me practicaron una operación de cáncer de útero (carcinoma endometroide de
endocérvix) con extirpación de ganglios inguinales; además de la intervención
quirúrgica y de la radiación interna, he recibido veinticinco sesiones de
radioterapia y cinco de quimioterapia, coadyuvante de la radio. Ante mí está
ahora el sendero de la recuperación, doy el primer paso con las fuerzas exiguas
y un sistema inmune bajo mínimos, pero con el firme propósito de recobrar mi
salud y mi sexualidad.
¿Qué ha supuesto
para mí la enfermedad? ¿Cómo he manejado mi sufrimiento?
Desde que tuve mi
primera hemorragia hasta concluir los ciclos (es decir, unos seis meses
aproximadamente), me limité a sobrevivir, a concentrarme en que mi cuerpo
aguantara el chaparrón que estaba viniéndole encima. El primer desconcierto dio
paso al miedo, pues una vez diagnosticado el tumor y realizados la operación y
el análisis de los tejidos, todo se precipitó de nuevo hacia lo que yo me
figuraba que era un abismo: la quimioterapia. ─Dios mío, eso no, -pensé─. Ese tiempo me limité a dar consignas a mi cuerpo
para que se mantuviera en pie, fue una lucha primitiva, básica contra un
enemigo que no era tal, pues se trataba de mi propio cuerpo, era yo misma.
Mantenía cierta
autonomía al ir y venir diariamente al hospital. La familia y amigos me
ofrecieron su ayuda, pero me propuse reservarme esos trayectos en autobús al
hospital, ese pedacito de independencia. Al ir sintiendo la falta de salud, la
desposesión de mi energía, e ir notando mis fuerzas mermadas, mi principal objetivo
o mi prioridad era resistir, pretender mejorar me parecía entonces inviable. No
llegué a tocar fondo ─o eso
creo─, pero sí me situé en el umbral de mi
resistencia y desde ahí, concluidos los ciclos, empecé a subir. Me aferré a ese
estado de salud ─que no era cero,
pero que en ciertos momentos solo llegaba al 1 ó al 2─ y no me doblegué a ceder ni un milímetro más. Me así
con fuerza a todo lo que pudiera representar un trampolín o unos pequeños pasos
que consiguieran impulsarme un poco más; a veces me permitía ciertas recaídas,
una especie de suspensión en el vacío donde no había movimiento (¡cómo evitar
en esos momentos la ausencia de fuerzas!) Simplemente dejaba que esa “nada”
pasara, dejaba de exigirme, me agazapaba entre las sábanas y esperaba, tratando
de descansar hasta recobrar un poco el ánimo.
¡Qué fuerza la de
nuestro cuerpo! ¡Qué gran disposición tiene para poderse curar, regenerar y
recuperarse! ¡Qué energía nos espera cuando ya pensamos que no podemos más!
No sé si el cáncer me ha hecho mejor,
pero sin duda ha sido un punto de inflexión en mi vida: ha sido un maestro
–quizá a veces muy duro- y también una oportunidad; ha despertado muchos
sensores de mi ser a los que antes no prestaba atención o desconocía, como la
sexualidad en un sentido más amplio. El sufrimiento pasado no me ha redimido
pero sí ha hecho que me encamine de una manera más decidida hacia la búsqueda
del placer.
Mª ÁNGELES CASADO PÉREZ